El 18 de febrero celebramos los
100 años de doña Inés, una vecina alegre, saludable y con un gran
corazón.
Doña Inés Hoyos
camina lento, pero sin bastón. No le duele nada.
Y es porque de vez en cuando se toma sus aguardienticos. Dice que vive “más bien que un putas”.
Lo mejor es que come y dobla al codo cuando sus hijos la dejan. Ella sabe que
tiene muchísimos años. Los recuerda muy bien y, aunque a veces repite que “ni la edad ni cuánto gana se le preguntan a una dama”,
de su boca se escapa un 100.
Esta vecina fundadora de Belén Las Playas guarda en
su memoria un montón de recuerdos. Los más intactos son los vividos en San
Vicente Ferrer, su tierra natal. Desde siempre ha sido una mujer de carácter
fuerte. Sus profesores y compañeros de escuela fueron testigos de su franqueza
y rebeldía, “A mí me tenían respeto. Yo di mucha guerra y le pegué a más de
una. Me acuerdo cuando cogí del pelo a Rosa Emilia y no la quería soltar.
Incluso saqué 5 en todo, menos en conducta y salí a un escenario y le dije al
pueblo que mi calificación era esa porque había peleado con la hija de la
profesora”.
Allá, en el oriente de Antioquia, también encontró
el amor. Luis Martínez, quien después sería su esposo, viajaba desde Barbosa a
visitar a su tía y a vender tapetusa. Mientras tanto no le quitaba la mirada a
doña Inés, y a ella tampoco le era indiferente. Pasados los años la invitó a
salir, se hicieron novios y viajaron a Medellín para casarse.
“El matrimonio fue en la Parroquia Sagrado Corazón
de Jesús, de Buenos Aires, para que no me hicieran un escándalo, ya que mi papá
me quería mucho, entonces se emborrachaba y empezaba a gritar: “Ay el hijo, se
me fue el hijo”, ese era el apodo que él me tenía por ser la hija mayor”,
cuenta, y señala que al altar llegó vestida de negro, pero no porque estuviera
de luto, sino porque en esa época las novias usaban ese color, sombrero de velo
y guantes de cabritilla.
El 17 de enero de
1963 llegaron a Las Playas. Doña Inés fundó el Centro Cívico y, junto a Maruja Rodríguez, Héctor
Gómez y Ligia Gutiérrez, trabajó para pavimentar las calles. La iglesia y
barrio se construyeron gracias al trabajo de la comunidad. De igual forma, ella
conformó la Legión de María para hacer obras de caridad con las familias más
pobres, se repartían mercados y cada hogar tenía una tarea. En la casa de los
Martínez Hoyos se entregaba la leche. Por eso sus vecinos la reconocen por
tener un gran corazón.
Asimismo, doña Inés
asegura que hace 16 años enterró a don Luis. Su fallecimiento fue un gran
golpe, pues él era un esposo inigualable. “Si hubiera sido malo aquí estaría
dando guerra, pero como fue tan bueno se tenía que morir”. Sin embargo, esa no
es la única muerte que ha presenciado, muchos amigos y familiares se han
partido sin despedirse. “Lo único bueno es que quedé yo
para contar la historia”, y, por qué no, para celebrar por lo
alto, al lado de 200 invitados, 100 años de salud y alegría, “eso sí, que
vengan más, pero que me cojan aliviada”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario